En Arnaldus Villanovanus pueden encontrarse sin dificultad similitudes con otro gran aragonés: Miguel Serveto Conesa, también conocido como Michael Villanovanus.
Aunque muchas ciudades se adjudican sus lugares de nacimiento, hoy se puede asegurar que ambos nacieron en un pueblo llamado Villanueva: Arnaldo en Villanueva de San Martín (actual Villanueva de Jiloca) y Miguel en Villanueva de Aragón (actual Villanueva de Sijena).
Reconocido el lugar de nacimiento de Servet, no lo es tanto el de Arnaldo que se autodefinió como un “homo sylvester, theoricus ignotus et practicus rusticanus» (hombre silvestre, teórico ignoto y aldeano práctico), «natus ex gleba ignobile et obscura « (nacido de un terruño desconocido y obscuro). Este terruño en el que nació hacia 1238, el aldeano Arnaldo, no puede ser la gran Barcelona, ni la hermosa y brillante Valencia, sino más bien Villanueva de San Martín, cerca de Daroca, cuando el territorio hacía poco que había sido conquistado por el «Buen Rey Jaime”. Muy jovenes ambos emigraron sin volver nunca más a su tierra.
Para confirmar más fehacientemente su lugar de nacimiento, recientemente se ha descubiero un códice del siglo XIV, obra de Arnaldo, que termina con la siguiente fórmula:“Acaba el Speculum Medicinae, escrito por el Maestro Arnaldo de Vilanova, catalán, de buena memoria, doctor insigne de Montpelier, cuya alma con los ángeles se congratula”, que es corregida por un comentario, anotado al margen de dicho libro, de su discípulo Juan de Ejulve escrito en latín, con letra del siglo XIV, donde dice: “¡Mentiras! porque fue oriundo de Villanueva de San Martín cerca de la ciudad de Daroca, en los confines del Reino de Aragón cerca de la frontera con Molina, donde todavía viven sus afines y los de su parentela, donde algunos de sus escritos y sus cosas todavía se encuentran”.
Arnaldo como Miguel Serveto eran tozudos y de genio muy vivo. Los dos fueron estudiantes de medicina en Monpelier, teólogos, astrólogos, filósofos, considerados herejes y, sin embargo, ellos estaban convencidos de estar en la más pura ortodoxia y, desde luego, de tener razón. Flagelos de la Iglesia, cuya degeneración criticaron al observar el descenso de la fe y de la virtud cristianas, la pompa y el fausto del Papado y la relajación del clero secular y regular, lo que les costó el acoso de la Inquisición y la cárcel; que en el caso de Serveto terminó con la muerte en la hoguera por instigación de Calvino con la quema de sus libros, y en el de Arnaldo, la sentencia de la junta de teólogos de Tarragona, que en 1316, después de su muerte, ordenó la destrucción de sus obras espirituales.
Humanistas, estudiosos de todas las ciencias y dominadores de muchos idiomas, hubieran producido y descubierto muchas cosas más, si hubiesen estudiado muchas menos. Siempre creyeron que todo lo que puede ser pensado, puede ser dicho, discutido y hecho. Políglotas ambos; Arnaldo escribió en latín y catalán y hablaba hebreo, árabe, griego, francés e italiano, mientras Serveto a los trece años, además de su lengua materna, dominaba ya el latín, griego y hebreo.
Navegando hacia Génova le sorprendió la muerte a Arnaldo en septiembre de 1311, justo, como si fuera una reencarnación, 200 años después, el 29 de septiembre de 1511, nació Serveto.